viernes, 5 de junio de 2009
FDN y Solá: unidos por frivolidad y polo
Buenos Vecinos
Los alrededores de la ruta 28 entre Pilar y General Rodríguez se convirtieron en un circuito de clubes de polo. Allí, a poca distancia uno del otro, se instalaron los ahora socios del peronismo disidente. Casas con muros electrificados, callecitas de tierra que se transforman en avenidas pavimentadas y jugadores colombianos, brasileños y mexicanos que llegan para quedarse en el territorio en el que estalló el escándalo de la efedrina.
Por Alejandra Dandan
Las obras no empezaron hasta después de las elecciones de 2005. El expediente llevaba el número 241012002 y convocaba a la repavimentación de la ruta 28 entre el distrito de Pilar y General Rodríguez, en el oeste del Gran Buenos Aires. Hasta entonces aquello era un tendido de cráteres que ladeaba terrenos de quemas, aguas servidas y basurales en las afueras de las tierras de los Mastellone. Nadie advirtió en esos días que detrás de la repavimentación había un negocio millonario: en poco tiempo la ruta de los cráteres empezó a ser nombrada como la Avenida del Polo, General Rodríguez se trasformó en la capital nacional de los caballos coquetos y entre los elegantes solares no sólo estaban las extensiones del entonces presidente de la Asociación Argentina de Jugadores de Polo (AAJP), Francisco de Narváez. También empezaba a instalarse Felipe Solá. Solá repavimentó la ruta justo antes de dejar el gobierno. A la licitación se presentaron tres oferentes. A lo mejor por azar, o a lo mejor no, la obra quedó en manos del constructor José Chediack, no sólo experto en ingeniería rutera sino conocedor de caballos: es vocal de la Asociación Argentina de Criadores de Caballos de Polo.
En 2005 De Narváez era presidente del recoleto círculo de la AAJP, pero además estaba entre los límites de Luján y Rodríguez. Allí en donde explotó el escándalo de la efedrina el año pasado, con los cuerpos de los empresarios farmacéuticos abandonados en uno de los campos, el millonario empresario colombiano levantó la estancia bajo las sombras frondosas de un impenetrable imperio de color verde.
“¡Usted siga hasta las antenas y doble por la callecita de tierra que sale a la izquierda, son como cinco kilómetros, ahí empiezan las tierras de De Narváez.” El remisero del centro de Rodríguez da las indicaciones como acostumbrado al recorrido. Suele hacer el viaje, no para los residentes de la gran familia De Narváez, sino para los operarios que van y vienen desde los alrededores del pueblo para trabajar en los campos. La callecita de tierra nace sobre la ruta 28, la nueva Avenida del Polo. Camino adentro, entre el riacho de pozos, un hombre maneja un tractor detrás de los cercos blancos y celestes de La Argentina. “¡Siga adelante!”, explica el baqueano. “Serán tres o cuatro kilómetros más, después de una de las eses del camino.” Detrás del zigzagueo pendenciero del camino todoterreno, la calle termina contra un cartel que señala la cercanía de un destacamento de policía a 1500 metros del bosquerío. A un costado, una garita de seguridad asoma detrás de las lluviosas ramas de los árboles. Un candado envuelve las puertas de una tranquera demasiado larga y, sobre los hierros que suben y bajan, un cable conecta todo a una caja de electricidad. Cuando la camioneta que se aproxima por el camino se para justo frente al portón a pedir el paso, aparece la seguridad.
“Por la puerta dos hay dos periodistas”, le sopla el guardia a su handy. Camina unos pasos hasta un poste de luz y con una mano desactiva el interruptor eléctrico de la tranquera. Hace años, cuando Sudáfrica terminaba con los años del Apartheid y las comunidades negras recuperaban las calles, los blancos se encerraban en sus casas aterrorizados de miedo con murallones electrificados con cables de luz. El candidato a diputado de la provincia de Buenos Aires protege la entrada de su casa de la misma manera, pero con una diferencia, porque el portón de la puerta dos ni siquiera tiene un cartel de alerta para una amortiguación.
El paraíso del polo creció en la zona a partir de la repavimentación de la ruta 28, pero los primeros campos existen desde hace casi veinte años. La primera área urbana nació entre un puñado de casas quintas de clase media que ahora se trasformaron en el barrio cerrado del Bosque Real, en homenaje a los árboles que les daban sombra. El circuito de polo creció a partir de la instalación de La Ellerstina, uno de los primeros clubes, a la altura del kilómetro 7.5 de la ruta 28, cuando todavía todo era un paseo de cráteres e imperio de los Pieres, entre quienes están los ganadores del último torneo argentino de polo.
La fiebre del polo no empezó sin embargo hasta la crisis de 2001, con la caída de la convertibilidad, el dólar alto, el boom del turismo extranjero, la producción y cría de caballos de raza para la exportación.
“Hasta hace cinco años la ruta 28 estaba destruida de derecha a izquierda”, dice el ex comisario Alberto Molina, candidato a diputado por un partido vecinalista de Rodríguez, enganchado a la boleta de De Narváez. “Si yo le pudiera decir dice: estaba todo abandonado, con pastizales, aguas servidas, basurales y hasta una quema; de la noche a la mañana eso cambió con tierras que se han hecho importantes gracias al polo, con la venta de caballos y es un gran territorio que además también tiene problemas legales de posesión. Para los rodriguenses el tema siempre fue un tabú: un día empezó todo y no pararon hasta hoy. Vienen de afuera y nosotros ni nos enteramos, desviaron cursos de calles, no sé si legalmente o no, pero con mucha plata. Varios caballos aparecieron despanzurrados después de lo de la efredina, hay gente que me dice que ve aviones pasando bajo.”
Armando Borches es secretario de la Producción en Rodríguez. Veterinario con 25 años en el pueblo, estuvo entre los hombres del poder local salpicados por el escándalo de la efredina. Uno de sus subordinados les dio una garantía oficial a los mexicanos acusados del contrabando. Para Borches lo de la efedrina quedó lejos. Y en la ciudad lo que les preocupa es el polo. Dice que el crecimiento del polo en Rodríguez coincidió con dos procesos. El efecto derrame a partir del crecimiento del polo en Pilar, con tierras todavía inexploradas en Rodríguez. Y el hándicap de Ellerstina. “Las tierras eran de bajo costo en relación a Pilar”, dice. “Pero usted fíjese cuándo empezó a ganar Ellerstina, a partir de ese momento nace todo el resto de los clubes alrededor porque en el polo es así: al lado de un club que crece se instalan los nuevos desarrollos inmobiliarios, los polistas arman la cancha, las casas, los campos con caballerizas y establos y los lugares comunes para volver a jugar.”
El mundo del polo sigue la lógica de las ciudades cerradas. Los principados con residencias enormes se instalaron sobre uno de los márgenes de la ruta 28, a la altura del kilómetro 7,5. La calle que antes atravesaba las quemas ahora es un paseo de casas elegantes entre los clubes que fueron creciendo alrededor. El Centauro, La Baronesa, Club de Polo Pilarchico, las casas de jugadores de polo colombianos, brasileños y mexicanos, los haras y camino adentro, bien adentro, aparece la residencia de Solá.
La calle principal de esa burbuja blanca de campos alfombrados lleva el nombre del polista Gonzalo Tanoira, el ex presidente de la exclusivísima Asociación Argentina de Polo que murió a los sesenta años, en 2004. La casa es una enorme mancha blanca dentro de un océano de color verde a la vera de la calle Tanoira. Sin murallas en los bordes, el campo francamente abierto empieza con una garita de seguridad. En la puerta del cubículo un gordito de la policía bonaerense mantiene la guardia.
La Chava
Página de Polo: www.polocontacts.ning.com
Contacto: María Helena Chaves’s page
Instructor, player, polo lover, professional player
Santa Helena Polo
El 12 de enero, la nueva mujer de Felipe Solá recibió aparentemente el mensaje de una amiga.
“Hola gracias por tu mail”, escribió la amiga en la Chaves’ page. “Ay, qué lindo que te vas a Brasil, ¡no lo conozco! Yo mañana voy a Punta a jugar ese torneo, ¿no vas? Acá en Suárez soy la única chica que juega, entonces es re divino cómo todos me re apoyan, y están orgullo, pero más que nada me joden TODO el tiempo. En serio, venite un fin de... Mamá está acá, por ahí va a jugar un chukka como exhibición acá en el club re cómico. Ella te manda un beso grande y dijo que estuvo leyendo los varios artículos en el Buenos Aires Herald que salieron sobre Felipe. Suerte con tu inglés, ella encantada te ayuda”.
María Helena Chaves de joven era La Chava, en el Hípico de La Plata. Era hija de un padre militante del peronismo, secretario administrativo de la Cámara de Diputados de la Nación y hombre al que le gustaban la política y los caballos. La Chava, sin embargo, siempre fue como una advenediza en el mundo de la nobleza polista. En voz aún muy baja, una de sus antiguas compañeras del Hípico, enojadísima, dice que La Chava “no viene del polo”. Que es cierto, saltaba bien, tenía arrastre, pero hacía equitación en el Hípico, que no estaba mal porque también, al fin y al cabo, se trataba de caballos. Pero lo que no hacía era ser polista, que del día a la mañana, como sucedió con la finca, terminó presentándose como un experta. Que es experta pero no viene del polo, que esto es como comprar un título de nobleza.
¡¡¡Hola!!! ¡Feliz año! ¿cómo va”? volvió a escribirle su amiga. “Perdón que me tardo en contestarte. Después de temporada muy lindo por vuelven todos por acá entonces todos súper tranqui... Después acá en Suárez estuvo un torneo muy grande y bueno y, bueno, sabes cómo es... .”
Las tierras sobre la que está levantada la casa de Solá, según la evaluación de una arquitecta que trabaja en la zona y se crió en General Rodríguez, puede costar hasta 7.500.000 dólares. Los ventanales de aluminio rodean la casa como un anillo de bolas de cristal sobre las paredes blancas de ladrillos comunes, los mejores ladrillos, vuelve a explicar. Frente a las ventanas aparecen las imágenes perfectas de dos quinchos enormes. Lo que la hace suntuosa, sin embargo, no es la construcción, dice la arquitecta, sino el tamaño: la casa de una planta ocupa unos 1000 metros cuadrados sobre el campo, un valor de medio millón de dólares. Los deliciosos sembrados verdes abarcan por lo menos unas 30 hectáreas, no demasiadas en cualquiera de los otros pueblos agrícolas del país. “Es difícil hacer una estimación, pero a un valor de 250 mil dólares la hectárea, cifra a la que se puede llegar a colocar el terreno en una buena venta, las 30 hectáreas de Solá suman 7.500.000 dólares”, explica la experta.
Entre sus vecinos aparece el cerco de explanadas verdes de la Ellerstina. “¿Llegó el jefe?”, alguien le pregunta a un guardia. El hombre de seguridad abre y baja la barrera de la entrada como si protegiera una embajada. El jefe es Gonzalo Pieres, dice el guardián. Y Pieres es una especie de gran jefazo en la zona. El club es un imperio con caballos cotizados hasta en 250 mil dólares con un haras de nueve canchas de polo frente a la cual vivía Kerry Packer, el magnate australiano que se asoció a Pieres en la creación del imperio. “¿Usted no vio la casa de Solá?”, comenta el guardia como si nada, mientras vuelve a abrir la barrera con la mano, esta vez para que pase el formidable BMW que se avecina. “Este es un brasileño”, dice por lo bajo y explica que eso del brasileño no es nada raro, sino un jugador de polo de Brasil que decidió establecerse por estos lares.
Solá no pasó por la Ellerstina en los últimos días. Y no pasa desde que está con la campaña. Los guardias solían verlo más seguido cuando todavía era gobernador porque dicen que cada tanto bajaba con el helicóptero en esas canchas. Los vecinos que están del otro lado de la avenida del Polo, los De Narváez, tampoco pasan seguido. A lo mejor, pasa uno de los hijos. Pero antes el colorado pasaba, venía los fines de semana con Solá. Eso por lo menos dicen en el barrio, los guardias, los que no están adentro sino parados en la puerta.
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